Vivir fuera: ¿Sólo apto para valientes?
Estudiar, trabajar o ambas opciones en país extranjero, en un contexto cada vez más globalizado parece ser una tarea muy difícil, sólo apta para valientes, atractivo para algunos, un terror para otros.
Para los ejecutivos actuales, las estadías en el extranjero son instancias que ofrecen oportunidades no disponibles en sus países de origen y experiencias que pueden ser invaluables para sus empresas, dadas las exigencias de un mundo cambiante.
Por otra parte existe la necesidad de reclutar a trabajadores que se comprometan con su nueva cultura; ejecutivos con una real capacidad de “pensar internacionalmente”. Hay competencias personales y profesionales que pueden hacer que una experiencia en el extranjero sea un éxito o un fracaso, pero también hay habilidades que se desarrollan sobre la marcha y que permiten que un individuo no vuelva a ser el mismo después de esta vivencia.
Como una primera aptitud importante para desenvolverse positivamente en estos escenarios, planteamos la resiliencia, ser capaz de sacar fuerza de la flaqueza, sortear con éxito escenarios difíciles cayéndose 3 veces y levantándose 4. El mismo idioma puede ser una barrera que con perseverancia y ganas de comunicarse se superara pronto.
En segundo y tercer lugar, la tolerancia y la apertura también son virtudes que hay que trabajar porque uno se encuentra con escenarios completamente diferentes, modos de trabajo y de vida muchas veces opuestos a los propios y ahí se trabaja la tolerancia y la capacidad de ceder. La sensibilidad para captar y asimilar nuevas culturas también ayuda a atesorar una bitácora llena de prácticas y anécdotas enriquecedoras e inolvidables. En ese sentido, el entorno nuevo y variable, fomenta la capacidad de observación y de relacionarse, el trato con clientes o compañeros de trabajo de diferentes culturas, nos sensibiliza, y nos da los conocimientos y el tacto necesario para relacionarnos más fácilmente.
Otra ventaja de vivir esta experiencia es que al encontrarnos en otro medio, nuestra capacidad de observación aumenta, y aprendemos a ver otros caminos, otros medios, y otros horizontes, esto abre nuestra mente a mejorar nuestro entorno de trabajo, nuestra ambición y la perspectiva general del mundo y las cosas, nuevas ideas, nuevos mercados o métodos, que de otra forma permanecerían como algo desconocido. Es así como tenemos una nueva perspectiva de nuestro país, negocio, sociedad, familia, trabajo y finalmente de uno mismo.
Por último, la autonomía e independencia se potencian mucho en estos contextos, porque uno aprende a valerse por sí mismo ante cualquier circunstancia, no están a la mano las redes familiares ni sociales. Es uno solo parado frente a su vida, tomando decisiones permanentemente.
Hay que estar atentos a las oportunidades de salir al mundo, por todos los beneficios que trae consigo la experiencia y si no aparecen solas, uno debe generarlas, es una deuda con uno mismo.