“El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas” ~ William George Ward (1812-1882) Escritor y teólogo inglés.
Es común que nos veamos a diario entrampados en quejas por determinadas situaciones, las cuales a veces se repiten. Lo importante no es contenernos sino más bien tomar conciencia de que nos estamos quejando, muchas veces de lo mismo en forma reiterada, y que la queja tiene sus consecuencias negativas, tanto para el que se queja como para el entorno que lo escucha.
La queja en sí tiene una connotación negativa y repercute, sobre todo en el escenario laboral, no obstante es practicada con mucha frecuencia. Hay ciertos perfiles más propensos a quejarse; personas poco realistas y nada de optimistas. Suelen percibir la realidad sobredimensionada, destacando lo perjudicial que puede o no existir en una situación.
Cuando se utiliza la queja, nada cambia, todo sigue igual, porque lo único que se hace es describir la realidad observada como insatisfactoria, y luego, la circunstancia limitante sigue igual que antes. O quizás, peor, ya que esta reacción provoca un deterioro en las relaciones.
En cambio, cuando se utiliza el reclamo, como una herramienta para expresar una disconformidad y buscar una solución, el principal compromiso es generar el resultado deseado, orientando la energía a transformar la realidad. Ahí radica la diferencia, en la actitud realista y apropositiva con que se aborda una disconformidad, siempre con una perspectiva constructiva.