La enajenación en la era del conocimiento
Erich Fromm, un prominente pensador del siglo pasado, tenía la tesis de que el ser humano se enfermaba, entre otras cosas, porque trabajaba sin sentido, y trabajaba así porque la división del trabajo lo había forzado a ver sólo una parte del proceso productivo y nunca el producto final completo.
Si esto era difícil hace 80 años, en que probablemente una buena ayuda sería ir a mirar al final de la línea de montaje para ver qué aparato salía, imaginen el efecto que esto mismo tiene hoy cuando muchos de nosotros trabajamos con conocimiento, con intangibles.
¿Cuán enajenados estamos los que no trabajamos con cosas que suenan cuando las tiramos al suelo? ¿Cuán difícil es entender nuestro aporte a ese proceso cuando el resultado es la experiencia de un cliente bien atendido, bien informado o bien asesorado?
No es poca la gente que trabaja en empresas de servicios y no es menor la cantidad de personas que se van a ir incorporando a este mundo en la medida en que el país se siga desarrollando y las empresas apuesten por agregar más valor a sus productos y servicios para mantenerse competitivos o porque aparecen nuevos negocios más estrechamente ligados al conocimiento.
Entonces qué importante es para las personas y para las empresas entender el sentido de lo que hacen. Comprender cuál es el impacto social y económico del negocio, cuál es el rol que cumple para la sociedad y la economía. Entender por ejemplo que mi negocio es la seguridad, la felicidad o la educación, y visualizar como yo, desde mi lugar de trabajo, estoy aportando a la seguridad, felicidad o educación de un grupo de chilenos.
Quizás si miramos nuestro trabajo con esta óptica, podremos disminuir nuestra ansiedad e insatisfacción, quizás si miramos nuestro trabajo con esta óptica podremos cambiar el foco y prioridad desde el dinero, el éxito y el status, al desarrollo, el aporte y la felicidad.