Comenzó este mes en Chile el regreso al trabajo y la mayoría de las personas comienza sus actividades “habituales”, por citar algunas:
– Padres levantando a sus hijos de la cama y llevándolos al colegio.
– Congestión vehicular matutina en la ciudad de Santiago.
– Mayor cantidad de ciclistas conduciendo a su trabajo.
– Estaciones de metro con mayor afluencia de público.
– Menos horas de esparcimiento.
– Renovar el permiso de circulación.
– El clima va anunciando de manera más brusca cada vez, que este verano está acabando para dar paso al otoño.
En los primeros días de Marzo, hay un discurso que ha cobrado mayor fuerza y es probable que lo hayas escuchado o incluso tú mismo te encontraste declarando: “Se acabaron las vacaciones así que: ¡Hay que volver a la realidad! o bien ¡De vuelta a la realidad!”
¿Qué quiere decir eso de “volver a la realidad”?
Cuando lo escucho siempre percibo una situación de desgano por parte de quien la expresa e incluso si puedo indagar más, hasta un dejo de desesperanza ante alguna situación de la vida que por nuestros medios no podemos resolver solos y juzgamos de manera negativa.
A partir de estos comentarios de “volver a la realidad”, en ciertas ocasiones no nos damos el tiempo de reflexionar sobre qué hicimos mientras “no estábamos en la realidad” por ejemplo en nuestras vacaciones: A cuántos de nosotros se nos abrieron nuevas oportunidad laborales, nos reencontramos con amigos que no veíamos hace tiempo, hicimos nuevas amistades, o bien si observamos a nuestro alrededor podemos apreciar mayor número de personas haciendo deporte al aire libre, personas ayudando a otras, mayor número de turistas en la ciudad, entre otros, como si estas situación del diario vivir escaparan o estuvieran fuera de la “realidad”. Según mi interpretación por “salir de la realidad” muchas veces no nos damos el tiempo de reflexionar sobre cómo estamos viviendo y lo que también es relevante para un buen vivir, dejamos conversaciones pendientes con personas que queremos o bien posponemos situaciones de las cuales tenemos que hacernos responsable y no lo hacemos. Lo “dejamos para la vuelta” creyendo que quizás ese asunto importante en nuestra vida se resuelva solo.